Sé que las líneas de lo que a continuación describo puede considerarse antisocial, anti solidario y anti todo pero, dado que vivo la realidad día a día, es por lo que creo que debo describir la situación real que pocos quieren ver.
El paro tiene una gran trascendencia social ya que significa que una persona con actitud y aptitud para el trabajo, es decir, queriendo trabajar y teniendo facultades para ello, no puede, lo cual es decepcionante para el individuo. Es por ello que el trabajo es un derecho que todos tenemos y que por circunstancias del mercado, de la situación económica y, en muchos casos, de nosotros mismos, no podemos o no nos interesa acceder por una prestación económica a la que tenemos derecho y, en muchos casos, mejor retribuido que el ejercicio del propio trabajo. Por otra parte, a nivel económico tiene un efecto muy negativo ya que una persona desempleada percibe recursos del Estado y, en cambio, no aporta ingresos al mismo.
Hace unos días en un encuentro con una amiga empresaria y, tras una conversación muy amena, descubrí que estamos llegando a depender de mafias organizadas e individualizadas de trabajadores desempleados. Ya no son los empresarios los que dentro de la legalidad manifiestan las condiciones y duración del trabajo sino que son algunos colectivos de desempleados los que te imponen el período de trabajo y las condiciones del mismo, todo ello enfocado a no perjudicar las condiciones del cobro actual de su desempleo.
¡¡¡Qué barbaridad!!!. Por circunstancias profesionales y encargo de un cliente tuve que buscar mano de obra para un empresario. Cuando me realizó el encargo pensé y le transmití mi seguridad en conseguir en breves días lo que me pedía. ¡Qué iluso!, puedo decir que después de dos semanas y no sé cuántas entrevistas, no logre el objetivo. El lector pensará, ¿cómo es posible que un empresario no encuentre trabajadores con el nivel de paro que tenemos?. El motivo es claro, ya los demandantes de empleo no sólo determinan el salario que están dispuestos a cobrar, ¡¡¡sí, lo están leyendo bien!!!, sino que, además, existe una requisito prioritario, NO DEJAR EL PARO PARA TRABAJAR, en aquellos empleos que no supongan el número mínimo de peonadas, en este caso en el régimen agrícola. Podría seguir con otros múltiples ejemplos en el régimen general.
Parece incomprensible que esto ocurra. Estamos generando un desempleo pasivo e inteligente focalizando siempre la prestación frente a las nuevas oportunidades de empleo.
Esto es lo que llaman los especialistas el desempleo estructural o, como lo llamo yo, la falta de gestión, de seguimiento y, cómo no, de conciencia social. Es cierto que existen verdaderas tragedias familiares pero también es cierto que muchos desempleados hacen del cobro de estas ayudas la consecución de un derecho adquirido, unido a algún trabajo extra pero subterráneo (en cuanto a su legalidad) y, entiendo que es así siempre y cuando no exista la posibilidad de tener un empleo digno y bien pagado.
Existe mucha economía sumergida, que hace que haya personas trabajando sin estar oficialmente dadas de alta. Esto engorda artificialmente las cifras del paro y constituye una competencia desleal respecto a quienes cumplen con sus obligaciones, además de ser una merma enorme de ingresos para el erario público. La existencia de controles formalistas y no dirigidos al fondo del problema y una nula conciencia social tienen la culpa.
Hay quien puede decir que trabajar en el campo o en otro sector para el que no se ha preparado, no implica la aceptación de este tipo de trabajo, que digo yo, que el trabajo del campo es digno de considerar, cuando es uno de los motores económicos de muchas provincias.
Soy de los que defiende, dado que existen verdaderas tragedias familiares, de la conveniencia de un cierto grado de protección económica para un desempleado, ya que un desempleo alto, sin protección económica para el parado, generaría inseguridad ciudadana y un drama personal para el afectado. En cambio, una extensa protección económica, supone un grave problema para el resto de ciudadanos, hace peligrar la estabilidad del sistema de pensiones, aumenta el déficit, resta competitividad a las empresas y genera más paro derivado.
La percepción que tienen muchos ciudadanos de que, aunque no trabajen, van a percibir ayudas públicas de forma casi indefinida, desincentiva la búsqueda de un trabajo, de ahí que piense que de forma consciente estamos generando un desempleo pasivo. Conviene recordar que un parado es el que, queriendo trabajar, no lo consigue, no aquel que no encuentra justo el trabajo ideal que busca, porque muchos de los que trabajan tampoco consideran que su trabajo sea el idóneo y no por eso lo abandonan. El rechazo de ofertas de empleo debería de implicar un seguimiento a ese desempleado y como última opción el corte de las prestaciones, como sucede en casi todos los países.
Leemos artículos donde se dice que muchos se ven obligados a salir al extranjero como salida a la crisis por falta de trabajo, no lo entiendo, o en realidad los datos oficiales no son ciertos, o somos selectivos a la hora de elegir trabajo, y creo que las circunstancias que estamos viviendo no hacen que podamos ser exigentes con nuestros deseos. Todo el mundo sabe que el fondo de pensiones se compone de la capacidad de generar cotizantes activos, que se obtiene por trabajar de forma activa.
Es un tópico escuchar que los extranjeros vienen a quitarnos el pan en nuestras mismas narices. Amigos, vienen a recoger lo que consideramos que es no es digno para nosotros, que aspiramos a más. Ellos sí cotizan y sí aportan a nuestra maltrecha economía. Nosotros seguimos protestando y así nos va.